Penitencia del rey Don Rodrigo
Ahí arriba en aquel alto, n` aquella sierra montina,
donde cae la nieve a copos y el agua serena y fría
habitaba un armitaño que vida santa facía.
Pasó por allí un penitente, si confesarlo podía:
si el andar con las mujeres perdón de Dios tendría.
–Perdón de Dios sí lo tienes, no siendo hermanas o primas.
–¡Ay triste de mí, cuitado, eso es lo que yo tenía;
estropié a una hermana e hice parir una prima!
–Váyase usté, el penitente, confesarlo no podía.–
Bajó una voz del cielo que estas palabras decía:
–Déle usted la penitencia según él la merecía:
el meterlo en una cueva con una serpiente viva.–
El armitaño era bueno, tres veces lo ve al día.
De la cintura pa abajo ya comido lo tenía,
de la cintura pa arriba muy luego lo comería.
¡Válganos Nuestra Señora y la sagrada María!