Espronceda. El estudiante de Salamanca
En este fragmento de El estudiante de Salamanca (1836) de Espronceda se nos describe a D. Félix de Montemar, un personaje que une en sí todas las características del héroe romántico: osado, rico, noble, varonil, valiente…
En Salamanca famoso
por su vida y buen talante,
al atrevido estudiante
le señalan entre mil;
fuero le da su osadía,
le disculpa su riqueza,
su generosa nobleza,
su hermosura varonil.
Que en su arrogancia y sus vicios,
caballeresca apostura,
agilidad y bravura
ninguno alcanza a igualar:
Que hasta en sus crímenes mismos,
en su impiedad y altiveza,
pone un sello de grandeza
don Félix de Montemar.
Y frente a este ideal de caballero aparece nuestra dama, Doña Elvira, que ofrece el adecuado contraste a la figura de Don Juan.
Bella y más segura que el azul del cielo
con dulces ojos lánguidos y hermosos,
donde acaso el amor brilló entre el velo
del pudor que los cubre candorosos;
tímida estrella que refleja al suelo
rayos de luz brillantes y dudosos,
ángel puro de amor que amor inspira,
fue la inocente y desdichada Elvira.
Pronto nuestra dama es seducida y, más pronto aún, abandonada por nuestro Don Félix. Y aquí aparece otra estrofa clásica de nuestra obra.
Mas ¡ay! que se disipó
tu pureza virginal,
tu encanto el aire llevó
cual la aventura ideal
que el amor te prometió.
Hojas del árbol caídas
juguetes del viento son:
Las ilusiones perdidas
¡ay! son hojas desprendidas
del árbol del corazón.
Hasta aquí ha llegado Espronceda con los elementos narrativos y líricos. A partir de ahora son los dramáticos (recordemos la mezcla de géneros romántica) los que predominarán.
Doña Elvira muere de amor y su hermano, Diego de Pastrana, tiene que enfrentarse a Don Félix para vengar a su hermana. Ni aún en esos trágicos momentos Don Félix puede renunciar a la arrogancia que le caracteriza.
DON FÉLIX
Es un puro disparate
empeñarse en que yo os mate;
lo digo, como lo siento.
DON DIEGO
Remiso andáis y cobarde
y hablador en demasía.
DON FÉLIX
Don Diego, más sangre fría:
para reñir nunca es tarde,
y si aún fuera otro el asunto,
yo os perdonara la prisa:
pidierais vos una misa
por la difunta, y al punto…
DON DIEGO
¡Mal caballero!
DON FÉLIX
Don Diego,
mi delito no es gran cosa.
Era vuestra hermana hermosa:
la vi, me amó, creció el fuego,
se murió, no es culpa mía;
y admiro vuestro candor,
que no se mueren de amor
las mujeres de hoy en día.
Lógicamente es Don Diego quien muere. Esa misma noche a Don Félix se le aparece un espectro que él confunde con una mujer y, lógicamente, intenta conquistarla; corre tras ella y sorprendido se encuentra con su propio entierro; tras el susto inicial, entra en un caserón en el que descubre el cadáver de doña Elvira, junto a numerosas calaveras que lo rodean y que pretenden que se case con ella.
Don Félix, en la más clara línea de héroe romántico, no se arredra ante este macabro espectáculo y ante la petición de matrimonio…
En cuanto a ese espectro que decís mi esposa,
Raro casamiento venisme a ofrecer:
su faz no es por cierto ni amable ni hermosa;
mas no se os figure que os quiera ofender.
«Por mujer la tomo, porque es cosa cierta,
y espero no salga fallido mi plan,
que, en caso tan raro y mi esposa muerta,
tanto como viva no me cansará.
Doña Elvira, enamorada más allá de la vida, lo abraza
El carïado, lívido esqueleto,
los fríos, largos y asquerosos brazos,
le enreda en tanto en apretados lazos,
y ávido le acaricia en su ansiedad;
y con su boca cavernosa busca
la boca a Montemar, y a su mejilla
la árida, descarnada y amarilla
junta y refriega repugnante faz.
A pesar de los intentos de Don Félix por liberarse de Doña Elvira muere entre los huesos de esta.
La frente inclina
sobre su pecho,
y, a su despecho,
siente sus brazos
lánguidos, débiles
desfallecer…
Y vio luego
una llama
que se inflama
y murió;
y perdido
oyó el eco
de un gemido
que expiró.