Blas de Otero. Canto primero
Canto Primero
Este poema se inserta en la etapa de transición de la temática religiosa a la social. Dios ha sido sustituido por el hombre que aún no es consciente del mensaje que el autor le transmite. Nos ofrece una visión desencantada del hombre, tras la Segunda Guerra Mundial. Fijémonos en los encabalgamientos abruptos que no hacen sino ofrecer un ritmo entrecortado y agobiante para reforzar el contenido.
Definitivamente, cantaré para el hombre.
Algún día -después-, alguna noche,
me oirán. Hoy van -vamos- sin rumbo,
sordos de sed, famélicos de oscuro.
Yo os traigo un alba, hermanos. Surto un agua,
eterna no, parada ante la casa.
Salid a ver. Venid, bebed. Dejadme
que os unja de agua y luz, bajo la carne.
De golpe, han muerto veintitrés millones
de cuerpos. Sobre Dios saltan de golpe
-sorda, sola trinchera de la muerte-
con el alma en la mano, ente los dientes
el ansia. Sin saber por qué, mataban;
muerte son, sólo muerte. Entre alambradas
de infinito, sin sangre. Son hermanos
nuestros. Vengadlos, sin piedad, ¡vengadlos!
Solo está el hombre. ¿Es esto lo que os hace
gemir? Oh si supieseis que es bastante.
Si supieseis bastaros, ensamblaros.
Si supierais ser hombres, sólo humanos.
¿Os da miedo, verdad? Sé que es más cómodo
esperar que Otro -¿quién?- cualquiera. Otro,
ser, si procuro ser quien soy. ¡Quién sabe
si hay más! En cambio, hay menos: sois sentinas
de hipocresía. ¡Oh, sed, salid al día!
No sigáis siendo bestias disfrazadas
de ansia de Dios. Con ser hombres os basta.
Blas de Otero, Ángel fieramente humano, 1950